Abbey Road

21.12.2013 13:44

No es solamente una calle londinense ni una portada de los Beatles. Carreteras de la abadía, calles de la abadía, pasajes de la abadía plagan la geografía de Irlanda. La propagación del cristianismo por los primeros monjes y frailes  originó la proliferación de abadías, iglesias rurales, y conventos a la par que los primeros santos irlandeses ascendían a los altares. San Patricio, San Kevin, San Brandán entre otros, se encargaron de fundar los primeros monasterios. Los inicios del cristianismo en la isla se distinguieron por el carácter monástico de su iglesia.

Uno de los primeros centros religiosos de las islas británicas se creó en Iona, en las Hébridas Interiores, cerca de la costa escocesa, en lo que entonces era el reino de Dalriada. Uno de los príncipes de la casa real de los Uí Néill, en el Ulster, Colum Cille, quien se convertiría en San Columba, se asentó allí en el año 563 fundando el que sería el núcleo divulgador del cristianismo irlandés. El monacato se fundaba en la mortificación del cuerpo a través del trabajo ejecutado con pena para obtener la liberación de los deseos. Esa filosofía llevó  a San Kevin a las montañas de Wicklow a dormir en una cama de piedra y a tomar baños de agua helada en un lago cercano. La leyenda, un poco desmesurada, cuenta que un mirlo se le posó en la mano mientras la tenía extendida. Para no molestar al pájaro San Kevin no la retiró sino que permitió que anidara y se mantuvo inmóvil hasta que las crías que nacieron de los huevos puestos en el nido no emprendieron el vuelo.

En el tiempo en que se levantaron los primeros monasterios no existían núcleos notables de población al modo de las ciudades romanas en ninguno de los cinco reinos irlandeses, fundamentalmente rurales. Los monasterios atrajeron, además de a fieles acólitos y novicios, a artesanos y comerciantes. Los recintos amurallados de los centros escolásticos proporcionaban protección en los años turbulentos que siguieron a la caída del Imperio Romano. Bangor llego a acoger a cuatro mil monjes. Clonmacnoise tres mil. En cada uno de ellos además de las edificaciones donde residían los clérigos, se construyeron catedrales, iglesias y capillas, talleres y obradores. Un elemento característico son las torres circulares que generalmente servían para vigilar y para almacenar los bienes más preciados de cada comunidad en un emplazamiento fácilmente defendible. Normalmente la entrada a las torres se efectuaba mediante una escalera removible hasta la puerta, que, para dificultar el acceso a los asaltantes, solía estar a más de tres metros del suelo.

Fueron asimismo centros académicos de primer orden en los que el antiguo arte de los celtas de La Téne se fundió en las formas y figuras de un nuevo arte que se plasmaría a través del papel en manuscritos bellamente ilustrados o mediante los evangelios tallados en las cruces de piedra.

© J.L.Nicolas

 

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