La Isla de San Brandán

11.12.2013 10:24

En el minúsculo y disperso pueblo de Clonfert, en el distrito de Galway, hay junto a la catedral un pequeño y silencioso bosque, por el que fácilmente se siente apetencia de pasear. Una puerta metálica en la verja le procura el acceso. Sobre la reja un cartel reza Árbol de San Brandán y Paseo de las Monjas. No es necesario andar mucho bajo la sombra que proporciona el bosquecillo para tropezar con el roble, cuajado de muñecas, postales, rosarios, gafas, baberos y todo tipo de exvoto necesario para solicitar un deseo. Probablemente el origen de estos árboles a los que se piden deseos este más relacionado con antiguos cultos paganos que al propio San Brandán. Junto al bosque la catedral acoge un pequeño camposanto y en una de sus tumbas las indelebles pisadas que hizo un gato en un día lejano delatan la tumba del fundador.

San Brandán, Bréanainn, Brendan, Brandano, Barandán o Borondón, hijo de Finnlug Ua Alta, del linaje de Eoghan, llegó a este mundo en Ciarraighe Luachra, un lugar de la costa norte de la bahía de Tralee, entre los puertos de Fenit y de Barrow, en el año 484. Ordenado monje en 510, perteneció al grupo de los doce apóstoles de Irlanda, quienes darían al cristianismo de la isla su carácter monástico. Él mismo fundó, entre los años 512 y 530 los monasterios de Ardfert, Shanakeel o Baalynevinoorach, junto al actual monte Brandon, en el suroeste de Irlanda. Según la Enciclopedia Católica también viajó a Gales y a Escocia, retornando al cabo de tres años. En 560 se convirtió en abad del monasterio de Clonfert que él mismo fundó. Clonfert, Clúain Fearta o el prado de los milagros, cerca de las aguas del rio Shannon, que se convertiría en lugar de reposo en el fin de sus días, y también una vez acabados estos, un domingo 16 de junio de 578.

Sin embargo el monje y santo irlandés sería célebre por su largo viaje de evangelización en las aguas del mar del Norte o en pos del Paraíso Terrenal de los Santos, recogida un par de siglos más tarde por un monje llamado Benedeit en un incunable de 1840 versos. La obra, la Navigatio fabulosa Sancti Brendani ad terram repromissionis scripta est ab ignoto irlandico circa annum 900, fue traducida del latín original a las lenguas romances europeas y se convirtió, por decirlo de algún modo, en un best seller  medieval.  Lo que en principio no era más que una hagiografía se engarzó en la literatura de la Edad Media sobre las mismas bases arquetípicas de los libros de caballería: un viaje iniciático en búsqueda de un objetivo mítico a través de unas etapas en las que las parábolas y las metáforas construyen un discurso didáctico ejemplar.

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© J.L.Nicolas

 

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