La Misbahá de Farís

30.12.2013 19:52

Bajito y rechoncho, con una impecable camisa blanca bajo la que se entreveía su camiseta imperio y con una sonrisa siempre dispuesta Farís conducía su sedán negro, un taxi privado, por las calles de Bagdad, junto a sus dos compañeros, una réplica perfecta de los policías gemelos de Tintín, Hernández y Fernández. Alguna vez paraba el vehículo para que tomasemos algunas imágenes.  Farís miraba hacia el horizonte, por encima del rio.  Allí donde mil años antes se había fundado la ciudad. Con la mano derecha, entre los dedos índice y medio no dejaba de pasar las cuentas de su misbahá.... tres...cinco....siete...Yo no le quitaba el ojo de encima.

Una misbahá no es mas que un rosario, generalmente elaborado con cuentas de madera, marfil o ámbar, aunque las más comunes se fabrican en plástico. En los primeros tiempos del Islam se usaban piedras sueltas, o simplemente los dedos de una mano para contar y recitar las oraciones en las plegarias. Los rosarios facilitan la tarea. Teóricamente tienen noventa y nueve cuentas. Corresponden a los noventa y nueve nombres de Dios. Los más simples solo disponen de treinta y tres. Suelen estar rematadas con algún ornamento, un par de monedas o alguna filigrana metálica o incluso de tela. Son tremendamente populares y todo el mundo las usa continuamente. Es como un ejercicio mecánico, inconsciente y compulsivo. Se dice que una misbahá no debe comprarse. Debe obtenerse como un obsequio, un préstamo, o mediante algún pequeño descuido.

Bagdad era en los días previos a la guerra una ciudad nerviosa, bulliciosa y vital. En las noches de mediados de otoño la vida afloraba junto al Tigris, en las pescaderías de Abu Nawas, que vendían sus carpas vivas para que el cliente las degustara una vez preparadas en el restaurante vecino. Había gente de todas clases en discotecas, salas de fiestas y restaurantes. Era posible compartir un zumo de naranja en la misma mesa en la que algún creyente no despreciaba un whisky escocés. Desde la plaza de la Liberación hasta Masbah, la famosa calle Sa’doun acogía restaurantes, teatros, galerías de arte y cines. El Babylon, el Semiramis, el Nasr o el Atlas. Los clubs nocturnos ostentaban nombres brillantes: Summer, Sevilla, Moulin Rouge, Stars o Beirut.

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© J.L.Nicolas

 

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