Templos en la Jungla

06.05.2016 18:27

Desde la terraza más alta, el sol de la mañana caldea la superficie rugosa de las pétreas campanas que cubren las estatuas de los Bodhisattva. Una junto a otra en una sucesión que parece interminable. A lo lejos la cima del monte Merapi humea por encima de las nubes que ocultan sus laderas. Parece una majestuosa apsara, una ninfa celestial, suspendida en el aire. Borobudur se despereza.

Tan pronto como se abre el acceso alumnos de escuelas con sus correspondientes profesores se apresuran a desfilar por el paseo que conduce hacia las escalinatas principales. Es uno de los monumentos más visitados de Indonesia. No faltan los turistas foráneos pero la mayoría de visitantes es gente del país.

Probablemente el nombre de Borobudur provenga de Vihara Buddha Uhr, el Monasterio Budista de la Colina. Aunque para el viajero francés Robert Chauvelot, quien visitó el lugar en los años veinte del siglo pasado la maravilla de Java, el rival de Angkor ( ) significa en javanés Mil Budas, tal como dejó escrito en Las Islas Paradisíacas.

Borobudur, una de las grandes maravillas del mundo, a unos cuarenta  quilómetros al oeste de Yogyakarta, es un enorme templo Mahayana dispuesto para recorrer, simbólicamente, un trayecto de progreso hacia la iluminación por los tres niveles de la cosmogonía budista. Herencia de la dinastía Sailendra que gobernó Srivijaya en el siglo VIII, la estructura se construyó a mediados de esa centuria sobre una colina. Se asciende a través de varios niveles arquitectónicos que suman seis plataformas cuadradas y tres circulares. Cincuenta y cinco mil metros cúbicos ocupados por dos millones de bloques de piedra dan forma al enorme estupa. Su planta posee el perfil de un gigantesco mandala.

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© J.L.Nicolas

 

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