Las Orillas del Jordán

04.03.2013 17:04
Jordania es una quimera beduina. Un producto de tiralíneas colonial. La ribera de un Mar Muerto, de un desierto que mira a Arabia y un pedregal que se dirige a Mesopotamia.

Wahad Arak , Mr.?

Minfadlak, Hassan. Shukran jazilan!

Y ya era el tercero. Le tomé gusto a esa especie de Ouzo anisado que se toma en un vaso pequeño con un cubito de hielo como aperitivo. Hassan le tomó gusto a las propinas.

Mientras, las tardes languidecían sobre las cálidas sombras que tiñen los tejados monótonos tras el Magrib, la llamada a la oración en el ocaso. Son las mismas sombras que parece que cierren el telón en el teatro romano de la ciudad, sobre la colina de Jebel Jofeh. La temperatura empieza a ser respirable a esa hora y la gente llena las calles al salir de la mezquita al olor de las brochetas de pollo y de cordero cargadas de comino. Los cafés huelen a cardamomo y la luna, que pronto parecerá turca, está alta sobre el cielo de Amman.

Amman, la bíblica Rabbah de los amonitas que cambió su nombre por el de Filadelfia en el periodo helenístico, mientras fue una de las ciudades de la Decápolis y luego, en los años de la provincia romana. De los tiempos de Bizancio conserva alguna basílica, en Sweifiyah y en la Ciudadela. El traslado de la corte de Damasco a Baghdad sumió Amman en el declive hasta que durante el Imperio Otomano se pobló con circasianos provenientes del Cáucaso. Acabada la Primera Guerra Mundial el emir Abdullah la convirtió en su capital.

El resto del país ha sufrido los mismos vaivenes. Petra, el gran reclamo turístico, fue reino independiente de los Nabateos frente a Grecia y Roma. La primera referencia escrita que existe de ella se remonta al 312 AC cuando los Nabateos fueron atacados por el rey seleúcida Antígono I Monóftalmos, el del único ojo. Petra era escala comercial, lugar de paso obligado de las mercancías que procedían de Oriente, entre el valle de Wadi Arabah y el Golfo de Aqaba. Trajano la anexionó al Imperio Romano y, ya en tiempos de los mamelucos, desapareció a los ojos del mundo. Como en todo el Mediterráneo Roma dejó su impronta: el teatro y el templo de Hércules en Amman, la ciudad de Pella, Gerasa o Jerash, una de las ciudades provinciales romanas mejor conservada, donde una vía pavimentada, el Cardo Maximus, bordeada de columnas a ambos lados, conduce hasta a una inusual plaza ovalada, también rodeada de pilastras. La partición del Imperio dejó a la región bajo control de Constantinopla. Este sería disputado dos siglos más tarde con la aparición de un nuevo poder en ascenso: el Islam. Solo cuatro años tras la muerte del profeta, los ejércitos cristiano y musulmán se enfrentaron en la batalla del río Yarmuk, en Mótah. Aquí perdieron la vida tres destacados lideres musulmanes: Zaid Ibn Harithah, Jaafar Ibn Abi Talib y Abdullah Ibn Rawahah, pero habían derrotado a los rumís abriendo el camino a Damasco, donde en poco tiempo gobernaría la dinastía Omeya.

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© J.L.Nicolas

 

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