Napule, Napule
“Il nome, il simplice nome di Napoli è uno dei più carichi di forza imaginativa che siano al mondo[1]”.
Desde el aire, o alternativamente desde las alturas del Castillo de Sant’Elmo, la perspectiva de las aguas del golfo certifican el papel de Nápoles como una puerta abierta al mar Tirreno, siempre con la inconfundible perspectiva del perfil del Vesubio al fondo.
Los orígenes de la ciudad hay que buscarlos en las primeras colonizaciones griegas y también en la leyenda. Esta última, anclada en las raíces de la mitología, lleva al de la sirena Parténope, cuyo nombre ha permanecido como sinónimo de la ciudad. “Quindi la favola, che Partenope, una di ese, dopo di essere stata vinta da Ulisse, si gettase disperata nel mare, e venisse dai flutti battuta in sulla spiaggia nelle vicinanze di Falèro”. (…) “Sia dai Calcidesi venuti direttamente dall’Eubea, sia da quelli del medesimo Popolo che già prima si erano stabiliti in Cuma, fondosi una città che ebbe il nome di Partenope della Sirena[2]”. Y que también puede rastrearse en las Silvas de Publio Papinio Estacio: “Iuvenesque Parthenopen, nostro qui tot fastigia monti, tot iurides lucos, tot saxa imitantia vultus aeroque, tot scrito viventes lumine ceras fixisti[3]”. Aunque, en el fondo, son mitos que no están tan alejados de la realidad; esta se encuentra en las expediciones eubeas al Mediterráneo Occidental, a la fundación de la colonia de Pitecusa, en la actual Isquia que se extendió a tierra firme en Cumas y en el islote de Megáride, y de allí a una urbe de nueva creación, la Nea Polis, Nápoles. Ciudad romana y bizantina, ducado lombardo, dominio normando, suabo, catalán y español hasta la llegada de los Borbones y la unificación italiana.
Estas son las antípodas del norte italiano, la antítesis de Milán, Turín o Trieste. Forcella, Montesanto, la Sanità, los Quarteri Spagnoli o los mercados en la calle son extensiones del ambiente y del espíritu del centro napolitano, gritos y gestos, ruido y color, se alterna la gente que está trabajando y aquella que simplemente mira. Goethe, quien visitó la ciudad en febrero de 1787, escribió en Italienische Reise[4]: “La gente hace vida en la calle, sentada al sol siempre que este luce. El napolitano cree estar en posesión del paraíso”.
Sin embargo el napolitano ha vivido épocas de grandes males, sin llegar a las erupciones del Vesubio, la miseria y la peste han asolado la ciudad. Nápoles sufrió dos grandes brotes de peste en los años 1837, 1854 o de cólera en 1865, 1867 y 1884. Durante el primero falleció el poeta Giacomo Leopardi, en el segundo hubo más de 7000 víctimas y la epidemia de 1884 quedó bien documentado en los escritos del médico sueco Axel Munthe, en La Historia de San Michele (1932).
La miseria que casi continuamente ha golpeado la ciudad es un legado del hacinamiento forzado por los virreyes españoles que contribuyó a la superpoblación de callejones y bajos, lo cual facilitó la propagación de enfermedades. En 1860, con la unificación de Italia, Nápoles se convierte en la ciudad más poblada del nuevo país; con medio millón de habitantes, en aquel momento solo es superada en Europa por Londres, París, Viena y San Petersburgo. En la década de 1880 se iniciaron los trabajos del llamado Risanamento, el esponjamiento de las áreas más compactas y densamente pobladas. Se abrió el Rettifilo, una amplia avenida que unió la estación ferroviaria con el puerto y que actualmente es el corso Umberto I. Para ello se demolieron numerosos edificios y se desplazó a sus habitantes, unos 80 000, a zonas ya saturadas, consiguiendo el efecto contrario al deseado. La periodista Matilde Serao definió a la nueva avenida como un biombo que no hacia otra cosa que ocultar la miseria. Serao describió algunas de estas actuaciones urbanísticas en su libro Il ventre di Napoli (1884): “Sopra tutte le strade che la traversano (sezione Vicaria), una sola è pulita, la via del Duomo: tutte le altre sono rappresentazioni della vecchia Napoli, affogate, brune, con le case puntellate, che cadono per vecchiaia. Vi è un vicolo del Sole, detto così perchè il sole non vi entra mai. (…) In sezione Mercato, niuna strada è pulita; pare che da anni non ci passi mai lo spazzino ; ed è forse la sporcizia di un giorno. (…) Tutto il quartiere della Pignasecca, dal largo della Carità, sino ai Ventaglieri, passando per Montesanto, è ostruito da un mercato continuo. Vi sono le botteghe, ma tutto si vende nella via ; i marciapiedi sono scomparsi[5]”. La periodista española Carmen de Burgos (1867-1932) viajó por primera vez a Nápoles en 1906 con su hija. Sus impresiones quedaron plasmadas en su libro Por Europa (Impresiones) Francia, Italia y Mónaco, de 1906: “La miseria del pueblo de Nápoles es incomprensible, cuando se ve esta ciudad tan bella, tendida sobre sus colinas, dulce y perezosa como si arrullase el sueño de la antigua sirena de Partenope”. A consecuencia de todo ello casi cien mil napolitanos, una quinta parte de la población ya habían abandonado la ciudad en 1906, básicamente con destino a los Estados Unidos.

En Nápoles están las tumbas, supuesta la de Virgilio, y real, la de Leopardi, ambas en el actual parque Virgiliano, al oeste de la ciudad. También, en su momento, residieron en Nápoles Boccaccio y Petrarca. Pero para ciudadano celebre no hay como su santo patrón, San Gennaro, quien tras su suplicio fue enterrado, primero, en Agromarciano, cerca de donde fue ejecutado, para ser llevado a las catacumbas que hoy se conocen con su nombre, cerca de Capodimonte; posteriormente sus huesos visitaron Beneveto y Montevirgine hasta que se trasladaron a la cripta de la catedral, donde reposa. Allí se conservan las dos ampollas de vidrio que contienen su sangre, aquella que se licua tres veces al año ante el asombro y la certeza de los fieles. La catedral se construyó donde estuvo un templo griego dedicado a Apolo y a Poseidón. Donatien Alphonse François, el famoso Marqués de Sade, en su visita a la ciudad consideró que “San Gennaro es una Iglesia de estilo gótico en la que no he visto nada digno de mención, salvo dos columnas corintias bastante hermosas”.
Desde las alturas, bien cuando el avión que lleva al aeropuerto de Capodichino, o desde las murallas del castillo de Sant’Elmo, se percibe claramente la fractura que divide el casco antiguo de la ciudad. Es la línea formada por las calles Benedetto Croce, San Biagio dei Librai y la vía Vicaria Vecchia, primer decumano de la ciudad y que popularmente se conoce como Spaccanapoli, —spaccare significa romper, partir —. Aquí se suceden pequeños restaurantes, comercios de todo tipo, iglesias, santos en las esquinas, papeles por el suelo, paredes pintadas, carteles con necrológicas, mesas que ocupan la calzada, motocicletas que circulan desconsideradamente, gente, mucha gente, locales y foráneos, más santos y más iglesias, arcadas que llevan a patios interiores, casi ocultos, un tramo porticado, dulces y más dulces, quioscos, una fotografía de los actores Totò e Peppino y cualquier cosa imaginable.
Otro eje popular es Vía Toledo, peatonalizada en su tramo inferior, allí donde concluye al sur de la ciudad y se abre la gran plaza del Plebiscito, la cual recuerda la incorporación del Reino de las Dos Sicilias a Italia el 21 de octubre de 1860. Aquí se encuentran un gran creciente porticado con la fachada neoclásica de la Basílica Real Pontificia de San Francisco de Paola, que imita el Panteón de Roma, las estatuas ecuestres de Carlos de Borbón y de Fernando I y, enfrente, el Palacio Real. Al torcer la esquina se topa con la plaza Trieste e Trento, donde asoma la fachada el Teatro San Carlo, uno de los primeros teatros líricos de Europa; se inauguró en el día de San Carlos, el 4 de noviembre de 1737, con una representación del Aquiles en Sciro del libretista de ópera Pietro Metastasio. El teatro comparte la plaza con el célebre Caffè Gambrinus, un clásico de 1860 que conserva la decoración de aquella época. Allí desayunaron alguna vez Gabriele D’Annunzio, Oscar Wilde, Benedetto Croce, Sartre y la mencionada periodista Matilde Serao, quien fundó el diario Il Mattino que, años más tarde dirigió el también periodista Giovanni Ansaldo (1895-1969), quien escribió sobre la ciudad: “Ci sono dunque due modi di vedere Napoli. L’uno è quello di conformarsi al quadro tradizionale e convenzionale forgiato dai secoli e dal gusto delle generazioni passata, trascurando la sua realtà presente; e l’altro è quello di dimenticare quel quadro piacente e lusingatore, puntando invece a scoprire la realtà attuale[6]”.

Frente al teatro hay una de las entradas de la Galería Umberto I, una galería belle époque, finisecular, al estilo de aquellas de París o Milán, con una gran cúpula a 56 metros de altura en el cruce de los pasillos, allí, en el suelo de la encrucijada, están representados en mosaico los signos del zodíaco; el que corresponde a Tauro parece vivir considerablemente mejor que su homólogo de Milán, aquel al que parece estar de moda pisarle las criadillas girando, por si aun fuera poco, tres veces el tacón. Ansaldo decía de la galería que “è il monumento che rivela con maggiore ingenuità la tentazione, che di tanto in tanto asilla Napoli, di “faré come Milano”. E si badi, che sotto molti aspetti, le gallerie di Napoli è superiore a quella di Milano[7]”.
La no menos célebre Vía Toledo, une esta zona del Plebiscito, Teatro San Carlo, la Galería, con la plaza Dante. En su tramo meridional se concentran los principales comercios de moda. La Vía Toledo es citada en la letra de la famosa canción en lengua napolitano de Renato Carosone Tu vuò fà l’americano: “Puorte o cazone cu 'nu stemma arreto / 'na cuppulella cu 'a visiera alzata. / Passe scampanianno pe' Tuleto / camme a 'nu guappo pe' te fa guardà![8]” Por encima de Dante, junto a la plaza Cavour y antes de llegar al barrio de la Sanità, está la sede del Museo Arqueológico Nacional, donde se han reunido la mayor parte de pinturas, esculturas y objetos extraídos de las excavaciones de Pompeya y Herculano.
© J.L.Nicolas
[1] “El nombre, el simple nombre de Nápoles, es uno de los más cargados de poder imaginativo del mundo.” Giovanni Ansaldo, Passeggiata Napoletana, 1961.
[2] “De ahí la fábula de que Partenope, una de las sirenas, tras ser derrotada por Ulises, se arrojó desesperada al mar y fue arrastrada por las olas cerca de Falero. (…) Ya sea por los calcídeos que vinieron directamente de Eubea, o por aquellos del mismo pueblo que ya se habían establecido en Cumas antes, se fundó una ciudad que tomó el nombre de Partenope de la Sirena”. Bartolomeo Capasso, Napoli e Palepoli, 1989.
[3] "La joven Partenope, que ha adornado nuestra montaña con tantos edificios, con tantos bosques verdes, con tantas estatuas de mármol y de bronce que reproducen rostros, con tantos cuadros animados de vida plástica". Publio Papinio Estacio, Silvas III 1.92.
[4] Viaje a Italia.
[5] “De todas las calles que lo atraviesan (el barrio de la Vicaria), solo hay una que está limpia, la via del Duomo; todas las demás son representaciones del viejo Nápoles, mal ventiladas, oscuras, con casas apuntaladas que se caen de viejas. Existe un callejón del Sol, llamado así porque el sol nunca entra allí. (…) En la parte del Mercado ya no queda ni una sola calle que esté limpia. Parece que, por allí, hace años que no pasa el barrendero, pero se trata de la basura de un solo día. (…) Todo el barrio de la Pignasecca, desde el paseo de la Carità hasta los Ventaglieri, pasando por Montesanto está atascado por un mercado continuo. Hay tiendas, pero todo se vende en la calle, las aceras han desaparecido”. Matilde Serao, Il ventre di Napoli 1884.
[6] “Hay, por tanto, dos maneras de ver Nápoles. Una es conformarse con la imagen tradicional y convencional moldeada por los siglos y los gustos de generaciones pasadas, descuidando su realidad presente; y la otra es olvidar esa imagen agradable y halagadora, aspirando, en cambio, a descubrir su realidad presente”. Giovanni Ansaldo, Passeggiata Napoletana, 1961.
[7] “Es el monumento que revela con mayor ingenuidad la tentación, que a veces acecha a Nápoles, de 'hacer como Milán'. Y cabe destacar que, en muchos aspectos, las galerías de Nápoles son superiores a las de Milán”. Giovanni Ansaldo, Passeggiata Napoletana, 1961.
[8] “Llevas pantalones con una marca en el trasero / Una gorra con la visera hacia arriba / Andas campaneando por (Via) Toledo / como un guapo, para hacerte notar...”.


