El Ajedrez de Lewis

06.09.2019 08:41

Lewis es la mayor de las Islas Hébridas, al oeste de Escocia y, aun al oeste de esta, en la bahía de Uig, se halló en 1831 un curioso tesoro. Setenta y ocho extraordinarias piezas de ajedrez del siglo XII talladas en marfil.

En realidad son noventa y tres piezas, ya que, además de las figuras, talladas finamente en marfil de colmillo de morsa y algunas en hueso de ballena, se hallaron catorce discos circulares y una hebilla que debió servir para cerrar una saca donde pudieron estar almacenadas. Se cree que las piezas fueron elaboradas, entre los años 1150 y 1200, en Nídaros, hoy Trondheim, Noruega, a partir de marfil proveniente del comercio con Groenlandia. Nídaros fue en el medioevo un destacado centro comercial y religioso y tenía una relación importante con asentamientos en Escocia y con el Reino de Man y las Islas. Una posible razón por la que las piezas acabaron enterradas en la isla de Lewis. Las circunstancias en que fue descubierto el tesoro han quedado más o menos ocultas, quizás no había demasiado interés en que trascendieran los detalles. Parece ser que el lugar del hallazgo debió situarse entre los lugares conocidos como Mhangarstadh, Ardroil, y Timsgearraidh, en la arena de la playa de Uig.

Siempre se ha creído, a pesar de que no haya evidencia, de que el tesoro fue encontrado por un hombre llamado Malcolm MacLeod, quien vivía en Peighinn Dhomhnuill. Otra historia cuenta que, en el siglo XVIII, An Gille Ruadh, Gillie el colorado, un sirviente de un funcionario de Baille na Cille llamado MacKenzie, siguió a un marinero que había desembarcado cargado con una bolsa y trabó amistad con él con el propósito de asesinarlo para robársela. Años más tarde confesaría el crimen antes de ser ajusticiado por otros delitos en Stornoway.

Lo que se conoce con certeza es el nombre de Roderick Ririe, quien las tuvo en su poder antes de venderlas a un comerciante de Edimburgo llamado J.A. Forrest, tal como dio a conocer el diario The Scotsman el 29 de junio de 1831. Estas son las piezas que serían adquiridas por el Museo Británico, pero anteriormente, Ririe había vendido otras diez al coleccionista Charles Kirkpatrick Sharpe. Estas son las que hoy conserva el Museo Nacional de Escocia. 

Probablemente las piezas corresponden a varios juegos completos, quizá cuatro, lo sugiere el número de piezas. Los peones son las únicas tallas que no representan figuras humanas. Cada pieza mide entre cuatro y diez centímetros de altura, las menores son los peones y las más altas las figurativas. De las 78, ocho corresponden a reyes, hay asimismo ocho damas, dieciséis alfiles, quince caballos, doce torres y los peones. No hay mucho que decir sobre los peones, se encontraron diecinueve piezas en forma de estela o mojón y no representan ninguna figura humana. Algunos elementos tenían restos de pintura roja, que debía distinguir las piezas de cada jugador. La mayoría de las piezas, 67, se pueden ver en el Museo Británico de Londres, en la sala 42, las otras once están depositadas en el Museo Real de Edimburgo.

Los reyes, vistiendo una túnica, coronados y con barba, están sentados, sujetando sobre las rodillas una espada envainada. No todos son idénticos, hay dos reyes sin barba. Todos poseen una cierta mirada de perplejidad. Las damas también se muestran sentadas sobre un trono, con coronas y un velo que les cubre los hombros. La postura es curiosa, con el brazo izquierdo sujetando el derecho, donde, a su vez, se apoya la cabeza, parece que muestre una cierta expresión reflexiva o de serena paciencia. Hay algunas variantes: en una la dama ase un cuerno con la mano izquierda, otra, un pañuelo. La mirada parece perdida, quizás en el propio juego. Los respaldos de los tronos de las figuras sentadas están decorados con detalles finamente tallados, motivos vegetales, geométricos e incluso animales, algunos de ellos son dragones. Los alfiles son obispos, con casullas y mitras, sujetando un báculo. Precisamente son la forma y la manera de llevarlas, características del siglo XII, las que han determinado su datación. También hay algunas variantes, de los dieciséis que existen, siete están sentados, unos sujetan el báculo con una mano, otros con ambas, uno tiene un libro, quizás una Biblia, otro parece estar otorgando una bendición. Los caballos, desproporcionadamente pequeños, cargan con jinetes armados con una lanza, espada y un escudo, con barba y cascos cónicos con protector para la nariz. Los escudos tienen  forma de cometa y cada uno de ellos está decorado con motivos heráldicos distintos. Las torres están representadas, en los juegos de Lewis, por guerreros de a pie, protegidos por un escudo y con una espada en la mano, algunas sugieren a los feroces guerreros vikingos que eran llamados berserkers, aquellos que se lanzaban al combate como posesos a causa de los hongos alucinógenos que consumían antes de entrar en acción. En las piezas de ajedrez la ferocidad se sugiere en el detalle de los dientes mordiendo el escudo. Snorri Sturluson, autor de la saga Heimskringla, de 1230, dice de ellos: "Los soldados de Odín salieron al combate sin armadura, furiosos como perros o lobos, mordiendo sus escudos, y con fuerza igual a toros u osos furiosos". Sturluson describe en la misma saga una partida entre el rey Cnut y el conde Urlf: "El rey hizo un mal movimiento y el conde le quitó un caballero".

El ajedrez fue originalmente ideado como un juego de estrategia, desarrollado en la India sobre el siglo VI se extendió rápidamente a Persia y a los nacientes reinos islámicos que se extendían por el norte de África. Las piezas más antiguas conocidas son figurativas, representan a elementos que participan en un campo de batalla simbólico. Antiguamente el alfil representaba a un elefante y en lugar de la torre se utilizaba un carro.

En el mismo Museo Británico donde se pueden ver las piezas de Lewis también se muestran algunas procedentes de Mansura, en el actual Pakistán, de Nigeria o de Egipto.

© J.L.Nicolas

 

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