El Gran Ducado

24.01.2020 12:32

Cuando en el siglo X el conde Sigfrido permutó unas tierras en las Ardenas, a cambio de un saliente rocoso entre los ríos Alzette y Pétrusse donde levantar una fortaleza, poco imaginaba cuanto iba a crecer esta. Bastiones y casamatas convirtieron la roca en un gruyere al que apodarían el Gibraltar del Norte. Es Luxemburgo.

Era el año 963 cuando Sigfrido, conde de Moselgau y las Ardenas, y protector de las abadías de Sankt Willibrord, en Echternach y de Sankt Maximin, en Tréveris, negoció con esta última la propiedad del promontorio del Bock, en un lugar llamado Lucilinburhuc, donde, desde época romana había una torre vigía que controlaba la ruta entre Reims y Tréveris. En el siglo X, la fortaleza erigida por Sigfrido no era más que una torre rodeada por una empalizada de madera a la que se añadió una capilla. En el XI se amplió la muralla para acoger a una población creciente que buscaba refugio al amparo de la fortaleza. En el año 1096 Conrado, nieto de Sigfrido es reconocido como el primer conde de Luxemburgo. Entre los siglos XII y XIV la ciudad se protege con dos nuevos anillos de murallas que ya albergan a más de cinco mil personas, entre cortesanos, paisanos, comerciantes, hosteleros y artesanos.

Durante siglos, arquitectos militares de Borgoña, franceses, españoles, austríacos y alemanes, fueron ampliando, reforzando y modificando las defensas de la ciudad, convirtiéndolas en una de las plazas fuertes más bien defendidas de Europa. Tres cinturones amurallados reforzados con bastiones, una veintena de fuertes y una extraordinaria red de veintitrés quilómetros de galerías subterráneas, que no se desmantelarían hasta la firma del tratado de Londres del 11 de mayo de 1867. Se ha conservado poco más de un diez por ciento de esa inmensa estructura.

Entre 1555 y 1714, Luxemburgo formó parte de los Países Bajos que dependían de la corona española, tras pasar a Austria, en 1815, y tras la derrota de Napoleón, el Congreso de Viena estableció las fronteras de Luxemburgo, nombrando a Guillermo I de Orange-Nassau primer Gran Duque. A partir de 1839 el nuevo país se independiza completamente y se desarrollan sus instituciones de estado: la Cámara de Diputados, el Consejo de Estado y el gobierno. A mediados del siglo XX, tras la Segunda Guerra Mundial, se creó el Benelux, la asociación comercial de los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo, embrión de la futura Unión Europea. Actualmente tienen sede en Luxemburgo el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, el Tribunal de Cuentas, el Banco Europeo de Inversiones y la Secretaría General del Parlamento Europeo.

El centro de la ciudad está, básicamente, repartido entre la Ciudad Alta y el barrio del Grund, la Ciudad Baja. Y, entre ambas, el que es llamado uno de los balcones más bonitos de Europa, la corniche, un paseo que recorre parte de la vieja muralla y desde el que se obtiene una gran panorámica de la Ciudad Baja donde destaca la aguda espira de la iglesia de Saint Jean de Grund, adscrita a la abadía de Neumünster, un espacio hoy desacralizado donde se celebran exposiciones y conciertos. Ambos barrios están rodeados por un cinturón verde de parques municipales que han sustituido las zonas ocupadas anteriormente por los bastiones que defendían la ciudad. Alrededor quedan los barrios más periféricos: Bonnevoie, Hollerich, Limpsterberg, Pfaffental, Clausen o Kirchberg. Este último se ha convertido en el centro de las finanzas del país, de las instituciones europeas, del centro de congresos y la sede de la RTL, la Radio Televisión de Luxemburgo. Aquí se proyecta la arquitectura más innovadora de la ciudad. El barrio de la estación está conectado a las líneas internacionales de ferrocarril desde el año 1859. El edificio actual de la estación es una atractiva construcción neobarroca de principios del siglo XX, cuando sustituyó al antiguo edificio de madera. Las avenidas de la Liberté y de la Gare conectan a través de sendos viaductos con la Ciudad Alta. Viaductos y puentes forman parte del paisaje urbano de Luxemburgo. La Passarelle y Pont Adolphe salvan el valle de la Pétrusse. Este último lleva a la plaza de la Constitución, desde allí, además del puente, se ve al fondo la torre del Museo de la Banca, y los jardines y restos de bastiones que llevan al valle y a las casamatas. Junto a la plaza se encuentra el monumento de la Gëlle Fra o de la Memoria, uno de los iconos de la ciudad. Gëlle Fra significa dama dorada, es lo que representa la estatua que se sostiene sobre un gran obelisco de veintiún metros y que apela al recuerdo de los luxemburgueses fallecidos en la Primera Guerra Mundial. Justo al lado, superando en altura a la dama dorada desde el año 2013, el City Sky Liner es una torre de observación giratoria que lleva a los visitantes hasta los 72 metros de altura. Aseguran que, desde allí, la vista alcanza hasta 29 quilómetros de distancia.

 

Más cerca, junto a la misma plaza, se encuentra la catedral gótica de Notre Dame de Luxembourg, en cuya cripta están las sepulturas de la familia ducal y el sarcófago de Jean l’Aveugle, rey de Bohemia y conde de Luxemburgo, fallecido en 1346. El sepulcro funerario, una monumental escena de la misa en la tumba de Cristo, fue esculpida en 1688. Tras el complejo catedralicio está el edificio del ayuntamiento, que da a la gran plaza de Guillermo II, allí un bronce ecuestre recuerda al segundo gran duque, quien otorgó la primera constitución parlamentaria del país. Un pasaje lleva a la rue du Cure, casi junto al corazón de la ciudad, la Place d’Armes, una bulliciosa plaza donde se concentran terrazas de cafeterías y restaurantes, entre ellos el antiguo Grand Cafe, una glorieta que a menudo ocupan músicos, el vistoso edificio del Cercle Cité, habilitado para acoger convenciones y exposiciones y que, entre 1952 y 1969 fue la sede de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Alrededor están la mayor parte de las vías más comerciales, entre ellas la Grand Rue, la calle mayor, que acaba en la placeta del Roude Pëtz, del pozo rojo, donde una estatua de Wil Lofy, de 1982, con un desfile de corderos dirigido por un pastor trompetista, corona la Fontaine Hämmelsmarsch.

A partir de allí empieza la Ville Vielle, el conglomerado de calles que forman la parte más antigua de la ciudad, que llega hasta la corniche y la iglesia de San Miguel, donde se construyó aquella primera capilla junto a la fortaleza de Sigfrido, modificada y destruida en diversas ocasiones, su actual aspecto data de 1688. Casi al lado está el acceso a las casamatas del Bock, donde en su cripta arqueológica se cuenta la historia de la ciudad y se pueden ver restos de las fortificaciones más antiguas. El conocimiento sobre la historia de Luxemburgo se puede ampliar en los cercanos Lëtzeberger City Museum, que provee una visión folclórica de cómo ha sido la vida en la urbe y que, además, tiene una terraza panorámica sobre el valle de l’Alzette o en el Museo Nacional de Historia y Arte, con muestras arqueológicas de la prehistoria y de la época galorromana hasta la Edad Media.

© J.L.Nicolas

 

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