El Mar Tirreno

22.11.2025 12:53

Al oeste de la península itálica, ante las costas toscanas, las del Lacio, de la Campania y Calabria y cerrado por las grandes islas de Córcega, Cerdeña y Sicilia, se extiende una superficie marina que abarca unos 275.000 quilómetros cuadrados. Es el Mar Tirreno, una sucursal del Mediterráneo.

La publicación de la International Hydrographic Organization, Limits of oceans and seas, en su tercera edición publicada en Montecarlo, define concísamente sus límites geográficos: “In the Strait of Messina: a line joining the North extreme of Cape Paci with the East extreme of the Island of Sicily, Cape Peloro. On the Southwest: a line running from Cape Lilibeo (West extreme of Sicily) to the South extreme of Cape Teulada in Sardinia. In the Strait of Bonifacio: a line joining the West extreme of Cape Testa in Sardinia with the Southwest extreme of Cape Feno in Corsica. On the North: a line joining Cape Corse (Cape Grosso) in Corsica, with Tinetto Island and thence through Tino and Palmaria islands to San Pietro Point on the coast of Italy”. (“En el estrecho de Messina: una línea que une el extremo norte del cabo Paci con el extremo este de la isla de Sicilia, el cabo Peloro. Al suroeste: una línea que va desde el cabo Lilibeo (extremo oeste de Sicilia) hasta el extremo sur del cabo Teulada en Cerdeña. En el estrecho de Bonifacio: una línea que une el extremo oeste del cabo Testa en Cerdeña con el extremo suroeste del cabo Feno en Córcega. Al norte: una línea que une el cabo Corse (cabo Grosso) en Córcega con la isla de Tinetto y, desde allí, a través de las islas de Tino y Palmaria, hasta la punta de San Pietro en la costa italiana”. Limits of oceans and seas, Límites de océanos y mares, Tercera edición de la publicación especial nº 28 de 1953, pág. 17, Mónaco.)

El Tirreno enlaza con el Mediterráneo Occidental a través del amplio paso entre las islas de Sicilia y Cerdeña; por el canal de Córcega y el estrecho de Bonifacio, en los once quilómetros que separan a esta última isla de Cerdeña; pero también, con el Mar Jónico, por el estrecho de Messina, donde los autores clásicos quisieron ver a las monstruosas Escila y Caribdis; o, al norte de la isla de Elba con el Mar de Liguria.

Además de las tres grandes islas, tres de las cuatro mayores del Mediterráneo —Córcega es menor que Chipre —, hay una miríada de islas y archipiélagos menores. Entre ellos el Toscano, que separa al Tirreno con el mencionado Mar de Liguria; las islas Pontinas, al noroeste de Nápoles y más cerca de la capital de la Campania, Ischia, Procida y Capri, cierran el Golfo de Nápoles. Al oeste de Sicilia se encuentran las Egadas y, al norte, las islas Eolias, cercanas al estrecho de Mesina; algunas han sido célebres no tan solo como escenarios de cine sino por la falla que divide a Europa de África y que causa seísmos y erupciones tan notorias como la que destruyó Pompeya.    

Tres potencias se disputaron, en un momento u otro, el control de las aguas del Tirreno: etruscos, cartagineses y griegos. La batalla de Cumas, ganada por colonos helenos en el año 474 a.C. marcó el límite meridional de la influencia etrusca, mientras que, por el contrario, fueron los etruscos quienes, aliados con Cartago, expulsaron a los foceos de Alalia, en Córcega. Los cartagineses controlaron las costas occidentales de Sicilia donde habían fundado las ciudades de Lilibeo (Marsala), Munzia, Panormos (Palermo) y Solunto, y fue en esta isla donde se enfrentaron en más de una ocasión con las colonias griegas, hasta que ambos fueron derrotados por una potencia emergente, Roma, la cual, tras las guerras sostenidas principalmente contra los cartagineses, entre ellas la célebre Batalla de las Egadas, se hizo dueña del territorio y sentó las primeras bases del que había de ser su mar privado: el Mare Nostrum.

Los orígenes del nombre, Tirreno, hay que buscarlos en el abundante material que proporcionaron mitos y leyendas, pues en el mismo territorio que llamaron Tirrenia, aunque también fue conocido como Etruria, se fundaron doce ciudades, las que fueron las principales poblaciones etruscas. Heródoto, Estrabón y otros autores grecorromanos vinculan el origen de los pueblos itálicos —etruscos y latinos — con la caída de Troya, bien sea a través de Tirreno o con el periplo de Eneas.

Según algunas fuentes, Tirreno era hijo de Atis y Calitea, en otras de Heracles y de la princesa lidia Ónfale. Robert Graves señala ambas opciones: “He (Heracles) fathered on her (Omphale) three sons (…) Some add a fourth, Tyrrhenus, or Tyrsenus, who invented the trumpet and led Lydian emigrants to Etruria, where they took the name Tyrrhenians; but it is more probable that Tyrrhenus was the son of King Atys, and a remote descendant of Heracles and Omphale”. (“Él (Heracles) engendró con ella (Ónfale) tres hijos (…) algunos añaden un cuarto, Tirreno o Tirseno, que inventó la trompeta y condujo a los emigrantes lidios a Etruria, donde adoptaron el nombre de tirrenios, pero es más probable que Tirreno fuera hijo del rey Atis y un remoto descendiente de Heracles y Ónfale”. (Robert Graves, The Greek Myths, 136 g). Estrabón escribió en su Geografía: Es cierto que los romanos se refieren a los tirrenos como ‘etruscos’ y ‘tuscos’. Pero los griegos los llamaron así, según se dice, en recuerdo de Tirreno, hijo de Atis, que envió colonos hasta aquí desde Lidia. En efecto, a causa del hambre y las penurias, Atis, uno de los descendientes de Heracles y Ónfale, de entre los dos hijos que tenía se quedó, echándolo a suertes, con Lido, mientras a Tirreno le hizo partir en una expedición acompañado de la mayor parte de su pueblo. A su llegada, llamó a este territorio con su propio nombre, Tirrenia, y fundó doce ciudades”. (Estrabón, Geografía, Libro V, 2.2). Heródoto, en su Historia, también apunta a la hambruna en el reino de Lidia, en el Asia Menor como causa principal de la emigración: “En tiempos del rey Atis, hijo de Manes, hubo en el país entero de Lidia una gran escasez de comida. Primero los lidios la soportaron con un gran acopio de paciencia, pero al ver que la cosa no cesaba buscaron paliativos. (…) Puesto que el mal no cedía, todo lo contrario, los apremiaba cada vez más, entonces el rey dividió a todos los lidios en dos grupos y los echó a suertes: unos se quedarían, los otros deberían dejar el país. (…) Y se hicieron a la mar en búsqueda de tierras que les dieran comida; después de recorrer muchos pueblos llegaron al país de los umbros y allí fundaron la ciudad en que viven todavía hoy. Cambiaron su nombre de lidios por el apelativo del rey que les había conducido, formaron según él su nombre, de modo que se llaman tirrenos”. (Heródoto, Historia, Libro I.94).

Aunque hay versiones más creativas, como la de Higino en sus Fábulas Mitológicas: “Cuando los tirrenos llamados más tarde etruscos practicaban la piratería, el padre Líber, siendo aún imberbe, subió a su nave y les pidió que lo llevaran a Naxos. Ellos lo subieron a bordo e intentaron violarlo a causa de su belleza, pero Acetes, el timonel, se lo impidió y sufrió injustamente a manos de ellos. Líber, al ver que perseveraban en su propósito, transformó los remos en tirsos, las velas en pámpanos, los cordajes en hiedra; después saltaron leones y panteras. Ellos, al verlo, se lanzaron asustados al mar; y en el mar los transformó en otro tipo de bestia, porque todo el que se había lanzado adoptó la forma de un delfín. Por ello se llama a los delfines tirrenos y se dice mar Tirreno”. (Higino, Fábulas Mitológicas, 134).

Tampoco han faltado las versiones que han querido ver en el Tirreno y alrededor de Sicilia, el periplo de Ulises de regreso a su Ítaca natal, incluso ubicando a la legendaria isla jónica en el archipiélago de las Égadas. Algunas de las islas tirrenas reivindican su asociación a uno u otro canto de la Odisea.

Hoy, para llegar hasta las islas que salpican este mar, al margen de unos pocos helipuertos, es preciso tomar alguna de las diversas compañías de  transbordadores que, desde la península, enlazan con cada una de ellas y, en algunos casos, también entre ellas.

© J.L.Nicolas

 

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