En el País del Foie Gras
La Dordogne corresponde, grosso modo, a la antigua provincia del Perigord en la Aquitania francesa. Se merece por los suaves paisajes cortados por sus placidos ríos, por la rica y variada gastronomía y sus vinos a pesar de no ser tan reconocidos como los de Burdeos ni los de Borgoña. También por los innumerables castillos, uno de ellos, el de Milandes, fue adquirido por Josephine Baker para sus doce hijos adoptivos.
Sus ciudades más pobladas son Bergerac y Perigueux, esta última capital del departamento, sin embargo, Sarlat-la-Canéda, en el corazón del Perigord Negro, tiene un encanto especial y conserva un extraordinario patrimonio medieval. Sarlat fue la primera ciudad francesa que se benefició de la ley Malraux de 1962 por la que se protegían antiguos núcleos medievales y otros monumentos del país y se establecían unos estrictos criterios de restauración.
Sarlat está partida por la Rue de la République, una de las pocas calles abiertas al tráfico en el centro de la ciudad. Y no siempre, ya que en los sábados de mercado está ocupada por los tenderetes y la miríada de curiosos que pulula entre ellos. Por la rue de Magnanat o por la paralela des Consuls se llega a la place de la Liberté, autentica plaza mayor donde se halla el ayuntamiento y también se celebra el mercado. En un costado se abre a la place du Marché des Oies, un complemento. En sus comercios se encuentran las especialidades de la región, patés o rillettes de ave en numerosas variedades y por supuesto su majestad el foie-gras. De pato o de oca, macerado o mi-cuit, en lata o bote de vidrio y en cualquiera de las múltiples marcas de los productores locales. Tampoco faltan las preciadas trufas negras en una de las principales áreas productoras de toda Francia, las setas y las castañas, ni los vinos de la región: los potentes Bergerac, los dulcemente afrutados de Monbazillac o los aterciopelados Pécharmant.
Cerca de la place de la Liberté se halla la iglesia de Sainte Marie, convertida en mercado cubierto por el arquitecto Jean Nouvel, hijo de Sarlat. Tampoco anda lejos la catedral de Saint Sacerdos. Tras ella hay una antigua lanterne des morts, de las que se dice que se usaban para orientar a los difuntos en la oscuridad, a la que llaman torre de Saint Bernard y que se utilizó ocasionalmente como capilla funeraria ya que a su lado aun se pueden ver antiguos sarcófagos de piedra en lo que fue el cementerio adyacente a la catedral. La torre se construyó para conmemorar el regreso del santo de las cruzadas en 1147. Otro edificio singular es la Maison de la Boétie, en la place du Peyrou, donde habitó el escritor humanista e hijo de la ciudad, Étienne de La Boétie.
El ambiente que proporciona el casco antiguo ha sido utilizado para rodar largometrajes de época, no es de extrañar encontrar en la lista a Jeanne d’Arc de Luc Besson, La Fille d’Artagnan de Bertrand Tavernier o Los Duelistas de Ridley Scott.
Sarlat, sin poseer ninguna fortificación extraordinaria estuvo bien resguardada por los numerosos castillos que hay en los alrededores. Tan solo siguiendo el curso del Dordogne están los de Beynac y Castelnaud.
En el curso del Vézère, tributario del Dordogne, continúan los ejemplos del paleolítico regional. Junto a Peyzac le Moustier está La Roque Saint Cristophe. En los acantilados que asoman al río se intuye a lo lejos una franja que parece cortarlos por la mitad. En realidad, son las viviendas troglodíticas que fueron habitadas desde la Prehistoria hasta acabada la Edad Media.
El río Vézère se encuentra con el Laurence allí donde está Montignac, otra pequeña población que conserva estrechas calles medievales y casas con fachadas de vigas de madera. El castillo que fue destruido en el siglo XIX guardaba uno de los vados del río.
© J.L.Nicolas
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