Entre Copas

21.04.2016 08:23

Voluntaria o involuntariamente la ciudad de Logroño se vincula al vino que se produce en una de las denominaciones de origen más conocidas en la península y fuera de ella. También forma parte de la ruta jacobea que lleva, por el camino francés, a los peregrinos hacia Santiago, una etapa que se puede pasar entre copas de buen Rioja.

La elaboración del vino en la región data de época romana aunque es probable que el cultivo de la vid aun fuera anterior. En el último cuarto del siglo XVII las bodegas de la ciudad contaban con una capacidad de almacenamiento que superaba los cinco millones de litros, exagerada para la población de la época que, ya en 1787 crea la Real Sociedad Económica de Cosecheros de Rioja. Y es que el vino está presente, como es común, en bares y restaurantes, pero además en la ciudad tienen su sede algunas bodegas y el néctar de Baco impregna la historia de muchas de las paredes de sus antiguos edificios, en lagares que facilitaban la elaboración propia. Quizás las estructuras más características sean los calados, los espacios que desde el siglo XVI se habilitaban en los sótanos de las casas para elaborar y conservar los caldos. Alargados, construidos en sillería y cerrados por una bóveda de cañón mantenían una temperatura y humedad constantes. En ellos se descargaba la uva a través de orificios en la pared, a nivel de la calle, que aún se aprecian por el casco antiguo de la ciudad. Una vez descargado se prensaba y se fermentaba en el lagar. Otros orificios, las tuferas, permitían la salida del monóxido de carbono que se producía durante el proceso.

Actualmente se han recuperado y rehabilitado algunos, que se pueden visitar ocasionalmente. El de mayores dimensiones es el de San Gregorio, con entrada en la calle homónima. Data del siglo XVI y alcanza los treinta metros de longitud y cuatro y medio de altura, por esa razón también se conocía como el calado largo. También dispone de un pozo, único en un interior, y en el techo se aprecia un saliente que comunicaba con el exterior, por el cual se hacía pasar el mosto una vez prensado, ya que no disponía de prensa. Justo enfrente se halla el Espacio Lagares, recuperado en septiembre del 2011, donde en su planta baja se han rehabilitado los depósitos y otras estructuras del siglo XVIII donde se trataba el vino. Este edificio ya aparecía mencionado en el catastro del Marqués de la Ensenada del año 1751. Otros calados se pueden ver en el Centro de Cultura del Rioja, donde hay un par de ellos; en la vecina bodega La Reja Dorada, que fue la vivienda de Jacinta Martínez de Sicilia y de Santa Cruz, esposa de Baldomero Espartero; el del Centro del Calado, en Mercaderes 10, en la Casa de la Danza junto al de San Gregorio y en los antiguos palacios que hoy ocupan el Colegio de Arquitectos, el de Ingenieros y la sede de la UNED.

La denominación de origen que regula la producción de los vinos de Rioja fue reconocida en septiembre de 1932 y en 1991 sería la primera en ser, además, DOC, Denominación de Origen Calificada, lo que se traduce en una normativa más restrictiva en la elaboración de sus caldos. Ocho bodegas tienen sus instalaciones en la misma ciudad y algunas ofrecen visitas complementadas con catas de sus caldos. Las más próximas son las bodegas Franco Españolas, justo cruzados los trescientos metros del Puente de Hierro sobre el Ebro. En el barrio de Varea las Bodegas Ontañón ocupan la que fue anteriormente la fábrica de las célebres pastillas de café con leche Viuda de Solano.

Entre las calles Ruavieja, Mercaderes y San Nicolás se sitúa el Centro de la Cultura del Rioja, en el remodelado Palacio de los Yanguas, del que ha conservado algunos elementos: la puerta renacentista con tres arquivoltas, la escalera, un balcón y los dos calados del siglo XVI. En el vestíbulo también se ha mantenido una segunda puerta en la que figuran esculpidos dos bustos que representan al matrimonio Yanguas, él, ataviado como el dios Marte, ella como Venus. Al lado hay una antigua prensa de uva que permitía que el mosto cayera al calado del sótano. El Centro mantiene exposiciones relacionadas, obviamente, con el mundo del vino y organiza catas de los caldos de la región en el interior de los calados.

Sin embargo el consumo más popular se encuentra en las numerosas y variadas barras que en las calles Laurel, San Agustín y San Juan ofrecen los vinos del año y los crianzas que se consumen y que concentran a la clientela junto a las extraordinarias tapas y pinchos que compiten en variedad y calidad.

La ruta francesa del Camino de Santiago transcurría, hasta principios del siglo XI, por el margen septentrional del Ebro, ya que al sur eran frecuentes las incursiones andalusíes. Es a partir de este siglo cuando el rey Sancho Garcés III de Pamplona, Sancho el Mayor, avanza las fronteras cristianas trasladando el trazado de la vía de peregrinación al sur del rio, buscando al mismo tiempo la repoblación de los nuevos territorios. El crecimiento urbano de la ciudad vendrá determinado por este hecho y la convertirá en etapa de peregrinos. La ruta jacobea llega por el camino viejo de Viana hasta alcanzar el Puente de Piedra, por donde cruza el Ebro para entrar en la ciudad. Fue construido en el año 1884 en el lugar donde se derrumbó, a causa de las riadas de enero de 1871, el que fue conocido como Puente de San Juan Ortega, por una capilla del siglo XVIII que existió junto a la orilla izquierda. Este vado, gronius en lengua de las tribus celtas que habitaban la región, dio origen al topónimo de la ciudad, pero los romanos prefirieron sortearlo un poco más hacia poniente, donde hoy está el barrio del Cortijo, es el conocido como Puente del Mantible, del que quedan un par de arcos, aunque, en realidad, su origen está cuestionado ya que probablemente date de época medieval. Entonces el Ebro era aún navegable hasta Varea, donde otro puente salvaba el paso sobre el rio Irumea. Aquí, junto a las mencionadas Bodegas Ontañón, están los restos de Vareia, la ciudad romana. La llegada de las legiones data de los años 195 y 133 aC, cuando ocuparon las poblaciones célticas de Ilurcis (Alfaro), a la cual Tiberio Sempronio Gracco dio su nombre en el año 179 aC: Graccuris. También ocuparon Calagurris y Tritium. Las fuentes literarias, Estrabón, Plinio, Tito Livio y el Itinerario Antonino hablan de un enclave de la tribu céltica de los Berones junto a la ciudad romana aunque aún no se han encontrado pruebas arqueológicas. Sin embargo si que se han encontrado epigrafías que demuestran la presencia de la Legión IV Macedónica. También se descubrieron  mosaicos que ornamentaban el suelo de algunas viviendas, lápidas, monedas, cerámicas y, en 1971, una cabeza de Silvano, única escultura descubierta en la zona y que se conserva junto a otros hallazgos en el Museo de La Rioja. Este se estableció en los años setenta en el Palacio de Espartero, una mansión construida en el siglo XVIII por Pedro Ruiz de la Porta, regidor de la ciudad. El edificio fue comprado por el ayuntamiento en 1884 y actualmente, además de las colecciones de prehistoria y de época romana posee una notable de obras renacentistas y del barroco.

Cruzado el Puente de Piedra, hacia la izquierda, entre Rodríguez de Paterna y la avenida de Navarra quedan las siete calles del barrio de Villanueva, donde se cree que pudo estar la judería de la ciudad: San Gil, San Roque, los Baños, el Horno, la Brava, Hospital Viejo y Yerros. Un documento del siglo XIV hace referencia a una Caleya de los Judíos: Don Sanz Dayra e su mugier dona Ysabel dieron a la Caridad de la Ascensión una casa en la caleya de los judíos e quanto se lograre esta casa es todo para la Caridad e son aledanios desta casa a orient don Remon Yvern e contra occident don Johan Arnalt. Lograse 5 maravedís. Al lado se alza la iglesia de San Bartolomé con su bella portada historiada de finales del siglo XIII que narra la vida del santo.

El camino jacobeo prosigue por la Ruavieja, donde se hallan la ermita de San Gregorio y la iglesia de Santa Maria de Palacio así como los albergues de peregrinos. La ermita, construida originalmente en el año 1044 en el lugar donde habitó y murió el santo, se inauguró de nuevo en mayo de 1994, tras la rehabilitación de la calle. Sus piedras son las del oratorio original desmantelado en 1971 de las que el ayuntamiento consiguió conservar la mayoría. La aguja gótica piramidal de ocho caras de Santa Maria de Palacio sirve de referencia visual a los peregrinos antes de entrar a la ciudad, la estructura actual proviene de la unión de dos templos, Santa Maria la Vieja y Santa María la Nueva, el espacio irregular entre ambas se aprovechó para construir el claustro. Ruavieja acoge actualmente varios albergues para peregrinos, el del número 32 se inauguró en 1993 por la Asociación de Amigos del Camino de Santiago aprovechando una casa del siglo XVIII. En el número 9 se pueden apreciar en torno una puerta de arquería dos escudos de armas, uno con cinco flores de lis, el otro, con un lobo amarrado a un árbol, que perteneció a Juan de Vergara, prior de la orden del Santo Sepulcro, fallecido en 1509.

Donde Ruavieja se convierte en la calle Barriocepo, los viajeros tienen a su disposición agua potable en la Fuente del Peregrino, junto a la parroquia de Santiago Real con su gran portada barroca en la que el apóstol figura dos veces, como peregrino y a caballo en la iconografía habitual que lo representa luchando contra los musulmanes. De hecho el mito de la batalla en la que milagrosamente apareció junto a las tropas del rey de León, Ramiro I, se sitúa a una veintena de quilómetros al sur, en los campos de Clavijo. Según la leyenda se desencadenó para liberar a los leoneses del pago del tributo de las cien doncellas y tuvo lugar a mediados del siglo IX. Pasada esta, se encontraban el convento de Nuestra Señora de la Merced, que hoy alberga la sede del Parlamento de la Comunidad Autónoma, aunque anteriormente fue hospital militar y fábrica de tabacos. El almacén anexo se ha convertido en una amplia sala de exposiciones y, entre ambos edificios, destaca la chimenea industrial.

Más allá se encuentran los últimos tramos de la muralla que protegió la ciudad y, una vez atravesada la puerta del Revellín, también llamada Puerta del Camino, aquella que figuraba en las monedas de cinco pesetas, se enfila la avenida Murrieta, con su nombre de vino, para dejar atrás la capital riojana en dirección a Santiago.

© J.L.Nicolas

 

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