Las Leyes de Gortina

10.12.2013 18:05

Cnosos, la capital minoica de Creta, sede del célebre y legendario laberinto, fue indudablemente la ciudad más importante y conocida de la isla helena, pero esa posición estuvo en disputa durante largos años, entre el 1600 y el 1100 antes de Cristo, y no siempre la capital del rey Minos fue preeminente. Cuatro urbes más disputaron esa hegemonía: Éleftherna, Kydonia, Lyttos y Gortina.

A medio centenar de quilómetros al sur de Cnosos, en el centro de la planicie de Messará junto al rio Letheós, en un tiempo conocido por el nombre de Mitropolianós, se hallan hoy las ruinas de Gortina, una de las más poderosas ciudades estado de la Grecia Dórica que llegó a albergar a casi cuarenta mil almas. Una vez aliada de Atenas, tuvo puertos en el mar de Libia, donde hoy se encuentran las playas de Matala y el comercio floreció entre sus muelles y los embarcaderos fenicios, griegos, egipcios y de Tartesos. Homero en su Odisea ya la menciona, haciendo narrar a Néstor las vicisitudes que encontraron los hombres de Ulises para llegar a Atenas regresando de Troya: Hay en el oscuro ponto una peña escarpada y alta que sale al mar cerca de Gortina: ahí el Noto lanza grandes olas contra el promontorio de la izquierda, contra Festo...En semejante sitio fueron a dar y costóles mucho escapar con vida...

Creta aun sería recuperada por los bizantinos antes de volver a ser conquistada por los árabes y posteriormente por el imperio otomano. Los días de gloria de Gortina ya habían quedado atrás y su nombre cayó en el olvido. Fue, en 1884, durante la dominación turca, que un estudioso italiano, Federico Halbherr, inició unas excavaciones arqueológicas en el lugar, descubriendo las inscripciones del Odeón, aunque algunas líneas de las leyes ya habían sido encontradas unos años antes, en 1857, por los franceses Thenon y Perrot, en las paredes de un molino cercano, separadas del conjunto de bloques.

De Gortina queda hoy su pasada gloria, las líneas del código, las que sobre él escribieron los antiguos griegos y los cimientos que los arqueólogos van desempolvando día tras día. Ah! Y el plátano!

© J.L.Nicolas

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