Van Gogh en Arlés

01.09.2016 10:53

La relación del pintor holandés con Arlés fue peculiar y productiva. Sobretodo productiva. Solamente en el periodo que pasó en la ciudad concluyó trescientas telas, esbozos y dibujos. Fue la etapa más prolífica y de mayor calidad en su corta carrera. En Provenza buscaba la luz y la encontró.

  

Vincent descendió del tren el lunes 20 de febrero de 1888, anduvo algunos pasos por la rue de Stalingrad hasta llegar a la place de Lamartine. Cuando la atravesó enfiló la rue de la Cavalerie. En el número 30 paró. Fue el primer lugar que encontró para reposar y hospedarse, el Hotel Restaurant Carrel, a cinco francos diarios, una cifra abultada para su economía sino hubiera sido por la ayuda de su hermano Theo. Hacía frio, era invierno en Arlés: il y a partout au moins 60 centimétres de neige de tombée, et il en tombe toujours. (Hay por todas partes por lo menos 60 centímetros de nieve caída, y sigue cayendo.)

Al principio comienza pintando almendros, aun inspirado por el estilo japonés. Cuando empieza a salir reconoce la ciudad y sus alrededores. En marzo encuentra unas lavanderas junto a un puente levadizo. Instala su caballete y se pone a trabajar. La tela se acabará llamando Le Pont de Langlois aux Lavandieres que describe a su hermano: c’est un pont-levis sur lequel passe une petite voiture, qui se profile sur un ciel bleu… (Es un puente levadizo sobre el cual un pequeño coche se perfila sobre el cielo azul...)

Entre marzo y mayo, además de pintar infatigablemente, halla tiempo para leer a Daudet, a Zola, a Balzac y a Víctor Hugo. Realiza retratos de los clientes del bar a quienes invita a una copa para que posen. Traba amistad con la familia Roulin, a quienes también retrata. Continua albergando la idea de crear un taller para un colectivo de pintores. Para ello sigue en contacto con Paul Gauguin, quien por entonces vivía en Pont-Aven, en Bretaña, y con Émile Bernard.  En mayo alquila la casa del número 2 de la place Lamartine, cerca del hotel donde habita. Y escribe a Theo: J’ai loué un atelier, maison entière a 4 pieces (fr. 180 per an). (He alquilado un taller, la casa entera de cuatro habitaciones (180 francos al año). Es la célebre casa amarilla que, por supuesto, plasma en una tela y en la que convivirá con Gauguin durante dos meses en otoño.

Su recuerdo sigue vivo, muy vivo, en Arlés. El ayuntamiento ha diseñado un circuito para recorrer los lugares donde el pintor holandés plantó su caballete. Está marcado por la que parece ser su figura andando y cargado con sus utensilios. Frente a cada lugar emblemático hay un panel con una copia del lienzo y una breve explicación. En la plaza Lamartine ya no existe el número dos, ni el edificio, que fue destruido durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Siguiendo por la avenue de Stalingrad, en dirección a la estación ferroviaria, es decir en sentido inverso al que recorrió Van Gogh en febrero de 1888, se encuentran algunos edificios que, con la excepción del color de la fachada, no dejan de recordar la casa amarilla. El puente de Langlois ha sido reconstruido y cambiado de lugar sobre el canal de Arlés a Bouc, pero siguen apareciendo pintores aficionados y turistas japoneses. En la plaza del Fórum, el café de nuit sigue siendo amarillo, quizás en exceso. Ahora se llama Café Van Gogh, está frecuentado por visitantes japoneses que preguntan cómo está hecho el Daube de Taureau o el poulet a l’Arlésienne que anuncian en el menú. El Hôtel Dieu se ha transformado en el Espace Van Gogh, ha recompuesto su jardín y ha inaugurado una flamante mediateca.

Y en el 35 de la rue Dr Fanton se ha instalado la Fundación Van Gogh, inaugurada en abril del 2014, expone dibujos originales y trata aspectos detallados de la obra de Vincent Willem Van Gogh.

© J.L.Nicolas

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